La velada ya había comenzado
cuando por fin llegaron a casa de la tía
Mar. Cada Nochebuena se juntaban allí aquellos que pasarían esa noche en su
propia compañía, más los habituales familiares. Ese año coincidían varios de
sus primos con sus mujeres, además de su tía, su prima y su propia madre, con
un matrimonio a quien no conocía y su hijo. Al parecer los tres artistas
gráficos, cada uno con su propia técnica y sus obras bien diferentes unas de
otras aunque todas se parecían en la armonía que reinaba en ellas, bien fueran
retratos (preferencia del padre) como paisajes románticos (preferencia del
hijo) o bodegones contemporáneos (obra de la madre). Según avanza la velada,
Sofía se centra más y más en su prima que le cuenta novedades de sus hijas: a
la pequeña la tiene estudiando un máster en Irlanda y a la mayor de viaje para
encontrarse a sí misma después de estar varios años trabajando en banca. Las
espera a las dos al día siguiente, vuelven juntas desde París, donde están
pasando la noche en el aeropuerto haciéndose mutua compañía.
En un paréntesis de la cena, su
tía les cuenta la historia del matrimonio y el hijo: están allí para solucionar
gestiones, muy misteriosas, por cierto, y aprovecharon para ir a ver a esta
amiga con la que no coincidían desde un viaje por el Báltico. El hijo les
acompaña pensando que le pueden necesitar y haciendo un paréntesis en su vida
de cara al público, a pesar de lo que realmente está al público es solo su
obra, él no se suele prodigar mucho en actos sociales y también tiene varios
negocios aparte del arte.
Su prima Sara recibe una llamada
de sus hijas en un momento en que solo había otro par de personas en la mesa,
de las cuales, otra se levanta y Sofía se queda sola con el hijo del
matrimonio, Jacobo. Comienzan a hablar, de las fiestas, familia, circunstancias
y el desencuentro no tarda en aparecer entre ellos y sus opiniones. Parece que
como no aparezca alguien pronto para distraer su acalorada discusión va a haber
una pequeña escena en casa de su tía, y eso, sin lugar a dudas, será culpa de
Sofía por producirlo con un invitado. Decide zanjar la cuestión antes de seguir
acalorándose, no se van a poner de acuerdo, ante lo cual, la mano izquierda de
la que dispone saca una salida bastante recurrida: “respeto tus opiniones pero
no las comparto, y así como yo no te voy a convencer, tú a mi, tampoco”. Jacobo
coge aire para replicar después de un momento sin habla cuando su prima vuelve
con una sonrisa tras su conversación pidiendo disculpas por haberse ido tan
repentinamente. Sus hijas están perfectamente, aunque deseando estar más cerca
de casa, claro, o al menos con su madre, pero el intentar sacar los billetes a
última hora y el mal tiempo les ha jugado una mala pasada. Finalmente el vuelo
saldrá a las 6:45 por lo que llegarán a tiempo para disfrutar el día completo
de Navidad en casa. Son muy alegres ambas, desenvueltas como solo puede serlo
quien lleva fuera de casa varios años y entrañables a más no poder, nunca
olvidan una fecha resaltada, ni un detalle y siempre están al día de todo lo
que pasa en la familia. Por ejemplo, este año, Sofía recibió justo el día de su
cumpleaños un paquete misterioso procedente de la India con un precioso pañuelo
de seda y varias cintas y cuentas preciosas que por supuesto le encantaron,
procedentes de la mayor. La pequeña la llamó a las siete de mañana para
felicitarla de la que salía hacia clase.
Con las novedades de las
aventureras, el ambiente del comedor se relaja hasta que parece que la
situación anterior no hubiese tenido lugar. Jacobo pregunta por las chicas,
recordando que las conoció en un viaje anterior cuando apenas empezaban a
hablar. De vez en cuando, le dirige miradas a Sofía retándola a que le lleve la
contraria en algún momento, aunque a la media hora, ya son sonrisas de pura
provocación con muecas para que haya risas donde antes casi hubo crispación.
Hasta alcanzan una tregua en la que se apoyan el uno al otro en una
conversación en la mesa. Una buena sensación recorre la espalda de Sofía,
pensando que igual haya hecho un nuevo amigo que no tiene nada que ver con el
trabajo, ni con las clases ni con nada de su vida habitual, de otro círculo en
el que consigues lo que quieres solo estando dispuesto a alcanzarlo.
Las
horas pasan, y cuando la media noche ya quedó atrás hace un buen rato, empiezan
a levantarse y a despedirse. Como suele ocurrir, cuando el primero dice que se
va, el resto toma conciencia de que es hora de volver al nido y empieza la
desbandada. Sofía y su madre se quedan con Mar y Sara para ayudarlas a recoger
y preparar el día siguiente, pero los demás, casi una veintena, empiezan el
desfile de felices fiestas, besos, abrazos y buenos deseos. Al final de la cola
está la familia de artistas que esperan para entregarle a su tía un detalle por
su hospitalidad. Bueno, ellos dicen que son detalles, realmente son unos
señores regalos: cada uno le entrega una miniatura realizada por sí mismos que
están muy cotizadas en el mercado. Sofía se da cuenta de que la velada termina
finalmente al ver a Jacobo hacerle un gesto con la cabeza y decirle en un
susurro “nuestra conversación no ha acabado, continuará” y una carcajada que sobresalta
a los demás.