domingo, 10 de noviembre de 2013

Empiezan las fiestas

La velada ya había comenzado cuando por fin llegaron  a casa de la tía Mar. Cada Nochebuena se juntaban allí aquellos que pasarían esa noche en su propia compañía, más los habituales familiares. Ese año coincidían varios de sus primos con sus mujeres, además de su tía, su prima y su propia madre, con un matrimonio a quien no conocía y su hijo. Al parecer los tres artistas gráficos, cada uno con su propia técnica y sus obras bien diferentes unas de otras aunque todas se parecían en la armonía que reinaba en ellas, bien fueran retratos (preferencia del padre) como paisajes románticos (preferencia del hijo) o bodegones contemporáneos (obra de la madre). Según avanza la velada, Sofía se centra más y más en su prima que le cuenta novedades de sus hijas: a la pequeña la tiene estudiando un máster en Irlanda y a la mayor de viaje para encontrarse a sí misma después de estar varios años trabajando en banca. Las espera a las dos al día siguiente, vuelven juntas desde París, donde están pasando la noche en el aeropuerto haciéndose mutua compañía.  
En un paréntesis de la cena, su tía les cuenta la historia del matrimonio y el hijo: están allí para solucionar gestiones, muy misteriosas, por cierto, y aprovecharon para ir a ver a esta amiga con la que no coincidían desde un viaje por el Báltico. El hijo les acompaña pensando que le pueden necesitar y haciendo un paréntesis en su vida de cara al público, a pesar de lo que realmente está al público es solo su obra, él no se suele prodigar mucho en actos sociales y también tiene varios negocios aparte del arte.
Su prima Sara recibe una llamada de sus hijas en un momento en que solo había otro par de personas en la mesa, de las cuales, otra se levanta y Sofía se queda sola con el hijo del matrimonio, Jacobo. Comienzan a hablar, de las fiestas, familia, circunstancias y el desencuentro no tarda en aparecer entre ellos y sus opiniones. Parece que como no aparezca alguien pronto para distraer su acalorada discusión va a haber una pequeña escena en casa de su tía, y eso, sin lugar a dudas, será culpa de Sofía por producirlo con un invitado. Decide zanjar la cuestión antes de seguir acalorándose, no se van a poner de acuerdo, ante lo cual, la mano izquierda de la que dispone saca una salida bastante recurrida: “respeto tus opiniones pero no las comparto, y así como yo no te voy a convencer, tú a mi, tampoco”. Jacobo coge aire para replicar después de un momento sin habla cuando su prima vuelve con una sonrisa tras su conversación pidiendo disculpas por haberse ido tan repentinamente. Sus hijas están perfectamente, aunque deseando estar más cerca de casa, claro, o al menos con su madre, pero el intentar sacar los billetes a última hora y el mal tiempo les ha jugado una mala pasada. Finalmente el vuelo saldrá a las 6:45 por lo que llegarán a tiempo para disfrutar el día completo de Navidad en casa. Son muy alegres ambas, desenvueltas como solo puede serlo quien lleva fuera de casa varios años y entrañables a más no poder, nunca olvidan una fecha resaltada, ni un detalle y siempre están al día de todo lo que pasa en la familia. Por ejemplo, este año, Sofía recibió justo el día de su cumpleaños un paquete misterioso procedente de la India con un precioso pañuelo de seda y varias cintas y cuentas preciosas que por supuesto le encantaron, procedentes de la mayor. La pequeña la llamó a las siete de mañana para felicitarla de la que salía hacia clase.
Con las novedades de las aventureras, el ambiente del comedor se relaja hasta que parece que la situación anterior no hubiese tenido lugar. Jacobo pregunta por las chicas, recordando que las conoció en un viaje anterior cuando apenas empezaban a hablar. De vez en cuando, le dirige miradas a Sofía retándola a que le lleve la contraria en algún momento, aunque a la media hora, ya son sonrisas de pura provocación con muecas para que haya risas donde antes casi hubo crispación. Hasta alcanzan una tregua en la que se apoyan el uno al otro en una conversación en la mesa. Una buena sensación recorre la espalda de Sofía, pensando que igual haya hecho un nuevo amigo que no tiene nada que ver con el trabajo, ni con las clases ni con nada de su vida habitual, de otro círculo en el que consigues lo que quieres solo estando dispuesto a alcanzarlo.
Las horas pasan, y cuando la media noche ya quedó atrás hace un buen rato, empiezan a levantarse y a despedirse. Como suele ocurrir, cuando el primero dice que se va, el resto toma conciencia de que es hora de volver al nido y empieza la desbandada. Sofía y su madre se quedan con Mar y Sara para ayudarlas a recoger y preparar el día siguiente, pero los demás, casi una veintena, empiezan el desfile de felices fiestas, besos, abrazos y buenos deseos. Al final de la cola está la familia de artistas que esperan para entregarle a su tía un detalle por su hospitalidad. Bueno, ellos dicen que son detalles, realmente son unos señores regalos: cada uno le entrega una miniatura realizada por sí mismos que están muy cotizadas en el mercado. Sofía se da cuenta de que la velada termina finalmente al ver a Jacobo hacerle un gesto con la cabeza y decirle en un susurro “nuestra conversación no ha acabado, continuará” y una carcajada que sobresalta a los demás.

martes, 5 de noviembre de 2013

Un día extraño

          Sofía no entiende como funciona eso de no poder levantarse de la cama sin impedimento físico, solo por no poder enfrentarse ese día al mundo. Así que decide llamar al trabajo y decir que no se encuentra bien, que el mundo se balancea muy deprisa a su alrededor. "No te preocupes, llevas a mil varias semanas y eso se acaba pagando. Cógete un par de días y descansa, y vete al médico por si acaso." Esa es la respuesta de su jefa. Decide darse de margen otro par de horas y llama al ambulatorio para pedir hora y así obligarse de alguna manera a levantarse, pero le asaltan las lágrimas solo de pensar en salir de su cama, su querido refugio. Menos mal que ese martes iba a ser tranquilo, sin reuniones ni entrevistas concertadas, solo hay que hacer tarea de investigación, la puede hacer desde la cama, si consigue acercar el portátil y la batería. Hoy no va a haber tiempo para clases, ni gimnasios ni nada, solo una lucha contra las lágrimas que intentan salir a pesar de los esfuerzos por ponerse la coraza. Hoy no va a poder contraatacar con una sonrisa, ni contestar con la dosis justa de desinterés a quien la agobia en el trabajo, ni intentar solucionar el mundo con su capa de "superwoman", hoy toca descansar, desenchufar, desconectar y solo ser ella, sin pensar en nadie más.

          Ya pasó hora y media, hay que correr para llegar al médico y no hay tiempo para pararse a pensar en qué ponerse, los vaqueros y algo más, y encima la gabardina por si las moscas.

          Vuelve a casa 40 minutos después de salir de casa, la consulta fue rápida, el médico tiene claro lo que le pasa: si no baja el ritmo, parece que hay signos de futura depresión. Se asusta, no es algo intangible para ella, tiene ejemplos cerca y es una enfermedad de fuertes y de débiles, de todos, y no quiere contarse entre sus militantes, algo va a tener que cambiar pronto porque no puede permitirse llegar a ese extremo.

lunes, 8 de abril de 2013

Una historia que empieza

Sofía subió como cada día al autobús, deprisa, intentando no estorbar al resto de viajeros, mirando donde pisaba, intentando conservar el equilibrio y buscando un asiento para no ir todo el trayecto en pie. 

Como cada nuevo día, se prometía que este iba a ser el último que cogiese el bus, a partir de entonces se levantaría primero e iría caminando, menos cuando lloviese, o fuese muy cargada, o hiciese mucho frío o mucho calor. 

Por lo menos, ese día, había conseguido reducir los bultos que llevaba a dos: bolso y mochila. En el bolso iba lo personal: cartera, móvil, llaves, agenda, y demás cosas que se suelen encontrar en cualquier bolso, más todo lo necesario para ir a clase al salir de trabajar (apuntes, bolígrafos, libros). En la mochila iba todo el trabajo que había tenido que llevarse el fin de semana a casa para poder salir de la oficina antes de que el guarda de seguridad cerrase el edificio, y ello incluía un portátil, el archivador con los informes del último mes y facturas correspondientes y la agenda del trabajo. 

En el momento en que pasaba revista mental a lo que llevaba encima, decidió que había sido una buena idea dejar en casa la bolsa del gimnasio porque lo más seguro era que no le diese tiempo a ir.

El trayecto ese día resultó más largo de lo habitual, unos 10 minutos más para ser exactos, que supondrían un sprint para poder coger los cafés antes de entrar en la oficina a tiempo para la reunión. Esa semana empezaba su turno de desayuno: recoger el café de Susana, Raquel y Alex antes de llegar además del suyo y unos bollos o pastas para acompañarlos.

Por un momento pareció que no le iba a dar tiempo a todo, pero el conductor decidió abrir las puertas unos metros antes de la parada, justo delante de la puerta de la cafetería y a partir de ahí casi no hizo falta que corriera por la calle.

Una vez que entró en la oficina y se instaló con todo su cargamento en la sala de reuniones empezaron a llegar todos los convocados, la mayor parte con la misma cara de cansada que debía de tener ella, después de haber reducido el descanso del fin de semana a unas cuantas horas sueltas en las que se encajaba como se podía la vida social y familiar.

Consiguieron terminar para la hora de comer y así poder relajarse y revisar las notas antes de empezar a preparar sus respectivos proyectos. Para ir a comer fuera, no quedaba tiempo, así que Sofía tubo que contentarse con un bocadillo de la máquina expendedora mientras revisaba las notas y se ponía a perfilar su propuesta: tal vez algo enfocado a las manualidades, tan de moda en este momento, o algo más conservador como los idiomas, tendría que darle un par de vueltas más.

Mientras pensaba, anotaba, revisaba, tachaba y volvía a redactar, pasó la tarde y con ella la hora de llegar a clase a tiempo, bueno, solo se retrasaría 15 minutos si salía ya, así que se preparó para iniciar la carrera de la tarde cogiendo lo imprescindible: el bolso que pesaba un quintal y del que seguro que no necesitaría la mitad de lo que llevaba dentro.

Con todo su ajetreo habitual y con el estrés que solo un buen lunes de trabajo puede aportar, llegó a su clase en el momento en que la profesora pasaba revista para ver quien se había escaqueado (por una vez, la clase había empezado con retraso) y no hubo necesidad de pedir ninguna clase de apunte a ningún compañero.

Cuando salió de allí, eran las nueve y media de la noche y solo conseguía pensar en su querida cama con su igualmente querida almohada, estaba como para ir al gimnasio, jaja, ya iría mañana. 



Este es un principio, veremos cuando seguiré con los días de Sofía.

lunes, 25 de marzo de 2013

Al parecer, una habitación dice mucho sobre su dueñ@





Hace algún tiempo, leí que el estado, la decoración y, en fin, todo el conjunto de tu dormitorio da pistas sobre los rasgos de tu carácter, por lo que a mi se me plantea la pregunta de qué dirá mi propia habitación sobre mi.

En cualquier otro momento, puede que ni me plantease esto, pero ahora que dispongo de bastante tiempo para pensar, no para de rondarme. ¿Mi caos y desorden vienen implícitos también en mi cabeza? ¿El orden de mis libros, tiene algo que ver con como clasifico mis ideas y aspiraciones? ¿La decoración tiene que ver con mis ideales? Un montón de preguntas esperando respuesta... que vamos a averiguar ahora, según varios tests que acabo de contestar soy:

- Test 1: deportista (¡ja! no opino lo mismo ni por asomo, con la obligación que supone eso)

- Test 2: habitación perfecta, no hace falta ordenarla tanto como tu cabeza, todo tan claro como tus ideas (¿no recogió la parte en que dije que la ordenaba cada 500 años?)

- Test 3: soy camaleónica y me adapto a cualquier contexto (hombre, tanto tanto, no; intento ir adecuada a la ocasión)

- Test 4: vivo al día, improviso según los acontecimientos...(pues depende)

- Test 5: curiosa y viajera (acepto esto)

- Test 6: sociable y me preocupo por los demás (mmm...a ver, muy sociable no soy, no)

Y así un sinfín de opiniones como encuestas realizadas con los mismos parámetros de respuestas.

Y estas son algunas fotos de dormitorios en los que no me importaría pasar alguna noche... 




habitacion%20con%20piscina Así quiero mi habitación!!

miércoles, 27 de febrero de 2013

Pase a ciegas

Ayer, tuve la oportunidad de ir a un pase a ciegas al único cine que queda en mi ciudad, al que se puede ir andando, con paciencia, claro está, porque desde mi casa tardo alrededor de 25 minutos a buen paso; todos los demás han cerrado hace cinco años, más o menos. 

En uno de los innumerables boletines que llegan al correo electrónico apareció un día un sorteo en el que el premio era un pase a ciegas en el cine, y como a una servidora el cine le gusta mucho, me apunté, sin mirar fechas, porque por apuntarse que no fuera, igual tenía suerte, y la tuve.

El caso es que estaba a la expectativa de que película sería, porque si era de miedo, sólo tenía dos opciones: salir del cine o echarme una cabezadita. Por suerte, se trataba de una película que tenía ganas de ver, aunque visto el principio, aquello solo podía ir a mejor, porque no me gustó nada de nada. Y, efectivamente, aquello mejoró y resultó ser una película por la que no me hubiese importado pagar por ver, una comedia de las que te hacen olvidar el mundo real, pasas un buen rato y sales pensando en "lo guay que sería".

La peli es "Dando la nota" y el trailer no hace honor a los momentos musicales de la película, es más, la pone como una comedia de adolescentes colgaos, y también lo es, pero hay bastante más detrás de eso. 

No ganará ningún premio a mejor película pero sirve para pasar un buen rato.

sábado, 23 de febrero de 2013

Noche con anuncio de temporal

Esta noche, sí es la noche, es aquella en que la cota de nieve bajó mil metros a lo largo de todo el día, en que vi los termómetros marcar cada poco un poco menos de temperatura, en que el aire olía a nieve... tantas cosas...

Y para entretenerme me he estado paseando primero por la calle, y después por internet, en busca de proyectos que hacer con mis "celitos mágicos", los washi/masking tapes.

Por casualidades de la vida, este fuente de inspiración que es Fall in Style, hoy me ha ayudado mucho al publicar en su blog: www.fallinstyle.blogspot.com, precisamente eso, proyectos con este celo, así que aquí me veo, en casa, luchando con pinzas, interruptores y hasta paredes, buscando el mejor modo de renovar el ambiente.

De momento, he forrado un par de tubos de cartón duro con ellos, uno será un soporte para piruletas en el trabajo y el otro promete (si la tapa sigue en su sitio) un bote para miniherramientas.

El paso siguiente es atacar a las indefensas pinzas de madera, que de momento siguen en su bolsa aunque no sé por cuanto tiempo más... y un calendario planificador para lo que una caja de zapatos conocerá una nueva dimensión...

También añado, que la cocina me llama y tengo unos cuantos moldes de galletas listos para ser estrenados...el retomar el punto de cruz también está en esta lista, sin olvidar el quedar con amigos y familia para disfrutar de nuestra compañía, así que casi nada me espera en este fin de semana invernal.

¿Cuánto conseguiré hacer de aquí al lunes a mediodía?

domingo, 17 de febrero de 2013

Un sábado diferente

Me declaro una seguidora de Ismael Serrano, me gusta su música y no me gusta entrar en detalles de si es mejor o peor que alguien. La sencillez de los instrumentos me parece que acompaña muy bien a la letra de las canciones, que para mí, es donde radica lo interesante de las mismas. Y teniendo en cuenta que iba a venir a la provincia, había que, al menos, plantearse el ir o no ir.

Estuvimos meses tratando de decidir entre ir o no ir al concierto de Ismael Serrano que tenía lugar este fin de semana. Ya estaba decidido que no iríamos cuando un disco cambió la decisión ya tomada. Lo escuché una noche, mientras hacía diversas tareas en el ordenador y decidí que había que ir a pesar del precio de las entradas. Me encanta como habla, lo que dice y cómo se expresa. Por lo que allá fui, a por un par de entradas, que conseguí sacar en el cajero en el tercer viaje al mismo, porque, casualidades de la vida, hasta ese último intento no salía la opción de escoger las butacas que querías.

Y qué decir tiene que me gustó, aunque fue algo más flojo que los anteriores, opinión en la que coincidimos la señorita acompañante (sí, Roci, hablo de ti) y yo, pero de todas formas un gustazo.

A continuación, llegamos a casa y nos disfrazamos las dos ya que nos estaban esperando en el bar de costumbre para celebrar el carnaval: había otras dos niñas pequeñas aparte de la que venía conmigo, un Lobezno, un cura, un ganster, una niña de colegio privado con uniforme y todo y una sevillana. De lo más variopinto, teniendo en cuenta que mi disfraz era de hada madrina. Y entre bromas, risas y demás anécdotas pasó esta noche un tanto diferente.